Ésta
por supuesto no es una guía de un especialista condescendiente a los inferiores
lectores: es una conversación de lector a lector.
La
primera cosa que me molesta de casi todas las guías de lectura del Finnegans
Wake es el que te ofrecen un resumen, pero no te dicen de dónde sale ni cómo
leyeron eso. Uno se queda pensando de dónde sacaron toda esa información que
uno no ve ahí porque uno no es capaz ni siquiera de leerlo.
Yo
creo que hay que comenzar por encontrar una manera de, como escribió Nabokov en
su Lecture on Literature “Good
readers,good writers”, pasar los ojos de principio a fin por sobre todo el
libro:
“Por cierto, uso la
palabra lector con mucha soltura. Curiosamente, uno no puede leer un libro: sólo
puede releerlo. Un buen lector, un lector importante, un lector activo y
creativo es un lector. Y les diré
por qué. Cuando leemos un libro por primera vez, el proceso mismo de mover
laboriosamente nuestros ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página
tras página, ese complicado trabajo
físico sobre el libro, el proceso mismo de aprehenderlo en términos de
espacio y tiempo, se interpone entre nosotros y la apreciación artística. (...)
Al leer un libro, debemos tener tiempo para familiarizarnos con él. No tenemos
ningún órgano físico (como tenemos el ojo con respecto a una pintura) que abarque
toda la imagen y luego pueda disfrutar de los detalles. Pero en una segunda,
tercera o cuarta lectura, en cierto sentido, nos comportamos hacia un libro como
lo hacemos hacia una pintura."(Traducción y negritas mías)
Pero
¿cómo hacer eso si no se entiende absolutamente nada y a uno al principio le
parece que es un cúmulo de incoherencias? No tiene ningún sentido.
En
algunos ensayos muy breves conseguí unas pocas claves para decidirme a leerlo.
La primera clave es el sonido. Hay
grabaciones dramatizadas las cuales, al oírlas mirando el texto, derraman
alguna luz sobre la belleza oculta en el mismo. Como leeremos la versión es
español, no tenemos grabaciones dramatizadas disponibles, pero podemos leerlo nosotros
mismos en voz alta. Les garantizo que la traducción de Marcelo Zabaloy (que ya
he comenzado a leer) transmite la misma sensación rítmico-musical del original.
Pero
quizás el hallazgo más importante lo hice por mí misma. Es sabido que Joyce
escribió un texto y luego lo deformó y lo hizo confuso conscientemente. Sin
embargo, hay ciertos fragmentos que están escritos en perfecto inglés, sin ninguna
deformación. Da la casualidad de que, y probablemente no sea una coincidencia,
dichos fragmentos constituyen una especie de guía de lectura interna del libro. Lo cual no me parece extraño
dado que Joyce era una persona muy ingeniosa y, si creó un juguete tan
complicado, probablemente en alguna parte del mismo escondió las instrucciones
para jugar con él.
Para
hacer referencia a cualesquiera partes del texto, aprendamos a usar el sistema
que generalmente se utiliza. En todas las ediciones del Wake se respeta
exactamente la misma diagramación de la página, y Marcelo la mantuvo en su
traducción. Así que uno puede simplemente poner FW seguido del número de la
página, dos puntos y el número de la línea (o el intervalo entre líneas).
Por
supuesto que Joyce debe haber sido plenamente consciente de que nadie tenía
todas las claves para entender su libro. Y eso nos da una información muy
valiosa: que estar confundido y ser completamente ignorante de qué es lo que
está pasando forma parte del juego.
Es por eso que, a pesar de haber comprado ya unas quince guías, hice mi primera
lectura sin hacer uso de ellas. Me parece que el primer encuentro con este
libro tiene algo de sagrado, y, como en los misterios religiosos, un poco de
inconsciencia, ignorancia e intuición pueden ser condiciones necesarias para
poder participar del mismo.
En
un corto ensayo, que fue una de las pocas lecturas que hice antes de
engancharme con el Wake, un libro en inglés llamado Joyce's Kaleidoscope, de
Philip Kitcher (disponible en Kindle), el autor nos da la idea de que el libro
es exactamente eso, un caleidoscopio. ¿Qué quiere decir esto? Un caleidoscopio es un aparato en el que uno
ve figuras abstractas que se mueven, y uno les da interpretaciones dependiendo
de las impresiones personales o las cosas que uno ha visto antes. El Wake es
exactamente eso: cada quien va a interpretarlo de acuerdo a sus referencias literarias,
históricas, sociales, etc. En el grupo anglófono Facebook de lectura del libro,
Blotty Words, han publicado entradas de blog (y están por toda la red) que
indican que hay personas que encuentran palabras relacionadas a una profesión o
especialidad específica y están diseminadas por todo el libro. Por ejemplo: hay capítulos que están escritos
usando nombres de ríos de todo el mundo o donde se encuentran nombres de
diferentes peces o mariposas.
Para
oscurecer el texto Joyce utilizó diferentes técnicas. Sustituyó palabras en
inglés por la misma palabra en más de 60 idiomas o dialectos. En la traducción
de Marcelo Zabaloy él deja estas palabras intactas, por eso no todo está
traducido: no son palabras en inglés, y si lo son, son nombres propios. Siguió
utilizando la técnica que ya habíamos visto en el Ulises de pegar varias
palabras juntas para obtener un efecto cómico o una imagen, las cuales se
denominan palabras portmanteau, palabras
valija o maleta, porque cargan dentro de sí muchos significados: por ejemplo motel=
motor+hotel,etc. La diferencia en el Wake consiste en que Joyce construye las
portmanteau con palabras en diferentes idiomas o palabras del inglés, no como
se escriben normalmente, sino como se pronuncian si uno las lee con acento
irlandés. Hay expresiones completas que, cuando se las ve escritas, no tienen
ningún sentido, pero si se las pronuncia en voz alta son una frase perfecta en
inglés.
Otras
técnicas son: la aliteración, que son series de palabras que contienen o
comienzan por la misma letra, lo cual produce un efecto cómico o musical; la
onomatopeya, que ya había utilizado extensamente en el Ulises, y la rima.
Existen
las llamadas palabras trueno, que son
extremadamente largas y por lo general son la misma palabra en diferentes
idiomas. El primer ejemplo está en la
página 1 y es simplemente varias traducciones de la palabra trueno en diferentes idiomas, todas
pegadas en una palabra de cien letras.
Comencemos
a leer. Si uno lee a la velocidad normal de lectura, por lo general se queda
atascado con lo que uno no entiende. A mí me funcionó que, si aceleraba la
lectura conscientemente, comenzaba a crear imágenes en mi mente. Iba subrayando
todo lo que entendía, las aliteraciones, las palabras compuestas, los chistes (que
bastante seguido son de carácter sexual) las onomatopeyas y todos los párrafos
donde hay información que consideraba como la clave para leer. Con esto quiero decir que me aferré a todo lo
que me resonaba, lo que entendía o me daba alguna información para continuar.
Siempre se habla de lo que no hay en el Wake y
no se habla de lo que sí hay. Y algo
muy importante que está ahí y es la razón por la cual son tan importantes las
lecturas dramatizadas, es la estructura sintáctica, que está intacta. Es un
poco como cuando los niños todavía no saben hablar y dan discursos solamente
utilizando la entonación de los mismos, lo cual lo hace muy cómico. En el Wake
Joyce hace lo mismo que hizo en el Ulises: escribe oraciones extremadamente
largas con miles de subordinadas. Ya en
el Ulises eso nos hacía perdernos, y en el Wake tenemos la dificultad añadida
de que no entendemos mucho de lo que está escrito en dichas oraciones
monstruosas.
Si
recordamos nuestra lectura del Ulises, existe una fragmentación que va
aumentando desde el primer capítulo hacia el final. El monólogo final de Molly
no tiene ni siquiera signos de puntuación.
Sabiendo que todas las obras de Joyce están conectadas entre sí, era
lógico esperar que su obra siguiente fuera la cumbre de la fragmentación. Así
que otra guía de lectura para el Finnegans Wake es el Ulises mismo. Cuando
leímos el capítulo 11, Sirenas, las dos primeras páginas era una lista de
aparentes incoherencias. Pero en realidad son los leitmotivs que luego encontramos a lo largo del capítulo. En este
blog pueden encontrar una entrada dedicada al análisis de este capítulo del
Ulises aquí . Uso la palabra leitmotiv conscientemente porque se sabe
que Joyce era un gran admirador de Wagner, aunque no lo reconocía en público
por razones obvias. Y en cierta forma ambos están conectados por la voluntad de
haber llevado a cabo una obra monumental hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo, no es el único enlace que comparten. Joyce quería hacer en literatura lo que
Wagner hizo en música, y no hablo en el sentido general de una revolución
musical, sino que estaba obsesionado por el aspecto técnico de la melodía perpetua. Joyce era cantante y tenía vastos conocimientos
de música, y debe haber analizado tanto la manera de componer de Wagner, que
llegó a decir que ya la música no le producía ningún placer porque ahora
entendía cómo funcionaba, y con esto quiso decir el sistema de composición del
leitmotiv. En líneas generales podemos
decir que un leitmotiv es un motivo o sujeto o tema reconocible que se repite a
lo largo de una obra. Los primeros
leitmotivs reconocibles en el Wake son la gallina Belinda de los Dorans y las
iniciales en mayúscula HCE (Humphrey Chimpden Earwicker) y ALP (Anna Livia
Plurabelle), quien es también el río Liffey que pasa por Dublín.
Estos
leitmotivs generan los que podríamos “personajes”. Dichos personajes en el Wake son
múltiples. Esto quiere decir que bajo el
leitmotiv HCE hay muchos personajes históricos o inventados; un personaje en el
Wake no es una persona, son muchas, y en ocasiones, como en el caso de ALP,
puede ser persona o río. Es por eso que
la gallina llamó particularmente mi atención, porque es la única que permanece
como gallina a lo largo del libro.
En
los primeros capítulos podemos reconocer desde la primera página a HCE. ¿Cómo lo encontramos? Por lo general está en las iniciales en
mayúsculas de tres palabras consecutivas, cualesquiera que éstas sean (y nunca
son las mismas) de alguna enumeración caótica (que es otra de las técnicas ya utilizadas
por Joyce en el Ulises y busca producir un efecto cómico). Tenemos a Belinda, la gallina que mencioné más arriba, y estoy comenzando a
pensar que nos representa a nosotros, porque escarbamos en el texto y solamente
picamos en aquello que llama nuestra atención.
Esta
manera de leer es definitivamente distinta cualquier técnica que hayamos
utilizado antes. Joyce nos presenta un
libro que no podemos controlar, que no podemos comprender del todo. Pero la
vida misma es así: no podemos comprender ni controlar todo; hay simplemente que
navegar en este río Liffey del libro y dejarse llevar con mucha humildad, cosa
que a los especialistas no les gusta, y, conociendo el carácter ácido y crítico
de Joyce, creo que era su intención. Creo que es un libro para jugar y está más
dedicado a nosotros los lectores que a los apologetas. Simplemente hay que
asumir que no vamos a entender todo a la primera lectura, que no tenemos todas
las referencias a la mano y que nuestra ignorancia forma parte de las
competencias que hay que tener para poder leerlo, aunque eso suene
contradictorio. Al mismo tiempo, quiere decir que podemos hacer uso libre de
todas las referencias que sí tenemos
a la mano.
Así
que la primera forma de avanzar es leer en voz alta e ir subrayando todo lo que
llame nuestra atención. El Wake es un
collage gigante y yo creo que hay que acercarse a él como a esas instalaciones
dadaístas que a veces nos encontramos en los museos: cuando las vemos de lejos
parecen algo caótico, pero cuando nos acercamos comenzamos a encontrar pequeñas
cosas, pequeños elementos de la vida diaria que están pegados ahí de manera
aleatoria. Pero en el Wake no hay nada aleatorio;
ya conocemos a Joyce: es el mismo genio que escribió todas sus demás obras. Es
maniático de los detalles y no deja cabo suelto. Sabemos que tenía rasgos
esquizoides: su hija Lucía era esquizofrénica y fue tratada por Jung. En la biografía escrita por Ellmann dice que
Joyce se dirigió a éste muy preocupado. Lo angustiaba que el habla
esquizofrénica y la manera de escribir de su hija se parecían mucho a lo que él
estaba haciendo. Y Jung le contestó que
era lo mismo, pero que él nadaba donde su hija se ahogaba. Podemos pensar que su obsesión por la
escritura lo salvó de ser barrido por su esquizofrenia latente. Y, sin embargo,
características de esta enfermedad mental se encuentran en su escritura como en
su vida: la obsesión por el detalle y la conexión entre cosas que pareciera que
no tuvieran ninguna relación. Y los
especialistas en Joyce, particularmente John Bishop en su Joyce’s Book of
the Dark, se refieren al Wake como un libro que está asociado a la lógica
de los sueños. De hecho, leerlo durante la madrugada, cuando nuestro cerebro
funciona como si nadara en otra dimensión, hace que entremos más fácilmente en
su lógica. Al menos esa fue mi experiencia personal: luego de tres intentos
fallidos, lo retomé por la mitad (a partir del episodio 8 del capítulo 1, pág.
196, Anna Livia Plurabelle) durante una noche de insomnio, y así me enamoré de
él y pude comprometerme a terminarlo.
Pero
nosotros permanezcamos concentrados en el cómo leerlo. Todas estas referencias las uso para
demostrar que vale la pena hacerlo, que no es un cúmulo de sinsentidos, que hay
una lógica férrea detrás de este libro, que vale la pena el esfuerzo y que es
un libro para volver a él muchas veces, como el Ulises. No está escrito para leerlo y desecharlo, sino
para volver a él y descubrir cada vez más y más cosas. Es el libro perfecto para llevárselo a una
isla desierta porque es muchos libros en un libro, y cada vez que lo leamos
descubriremos más cosas o cosas distintas.