martes, 31 de diciembre de 2019

Finnegans Wake - Guía de lectura. Parte 1.


Ésta por supuesto no es una guía de un especialista condescendiente a los inferiores lectores: es una conversación de lector a lector.

La primera cosa que me molesta de casi todas las guías de lectura del Finnegans Wake es el que te ofrecen un resumen, pero no te dicen de dónde sale ni cómo leyeron eso. Uno se queda pensando de dónde sacaron toda esa información que uno no ve ahí porque uno no es capaz ni siquiera de leerlo.

Yo creo que hay que comenzar por encontrar una manera de, como escribió Nabokov en su Lecture on Literature “Good readers,good writers”, pasar los ojos de principio a fin por sobre todo el libro:

“Por cierto, uso la palabra lector con mucha soltura. Curiosamente, uno no puede leer un libro: sólo puede releerlo. Un buen lector, un lector importante, un lector activo y creativo es un lector. Y les diré por qué. Cuando leemos un libro por primera vez, el proceso mismo de mover laboriosamente nuestros ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página tras página, ese complicado trabajo físico sobre el libro, el proceso mismo de aprehenderlo en términos de espacio y tiempo, se interpone entre nosotros y la apreciación artística. (...) Al leer un libro, debemos tener tiempo para familiarizarnos con él. No tenemos ningún órgano físico (como tenemos el ojo con respecto a una pintura) que abarque toda la imagen y luego pueda disfrutar de los detalles. Pero en una segunda, tercera o cuarta lectura, en cierto sentido, nos comportamos hacia un libro como lo hacemos hacia una pintura."(Traducción y negritas mías)

Pero ¿cómo hacer eso si no se entiende absolutamente nada y a uno al principio le parece que es un cúmulo de incoherencias? No tiene ningún sentido.

En algunos ensayos muy breves conseguí unas pocas claves para decidirme a leerlo. La primera clave es el sonido. Hay grabaciones dramatizadas las cuales, al oírlas mirando el texto, derraman alguna luz sobre la belleza oculta en el mismo. Como leeremos la versión es español, no tenemos grabaciones dramatizadas disponibles, pero podemos leerlo nosotros mismos en voz alta. Les garantizo que la traducción de Marcelo Zabaloy (que ya he comenzado a leer) transmite la misma sensación rítmico-musical del original.

Pero quizás el hallazgo más importante lo hice por mí misma. Es sabido que Joyce escribió un texto y luego lo deformó y lo hizo confuso conscientemente. Sin embargo, hay ciertos fragmentos que están escritos en perfecto inglés, sin ninguna deformación. Da la casualidad de que, y probablemente no sea una coincidencia, dichos fragmentos constituyen una especie de guía de lectura interna del libro. Lo cual no me parece extraño dado que Joyce era una persona muy ingeniosa y, si creó un juguete tan complicado, probablemente en alguna parte del mismo escondió las instrucciones para jugar con él.

Para hacer referencia a cualesquiera partes del texto, aprendamos a usar el sistema que generalmente se utiliza. En todas las ediciones del Wake se respeta exactamente la misma diagramación de la página, y Marcelo la mantuvo en su traducción. Así que uno puede simplemente poner FW seguido del número de la página, dos puntos y el número de la línea (o el intervalo entre líneas).

Por supuesto que Joyce debe haber sido plenamente consciente de que nadie tenía todas las claves para entender su libro. Y eso nos da una información muy valiosa: que estar confundido y ser completamente ignorante de qué es lo que está pasando forma parte del juego. Es por eso que, a pesar de haber comprado ya unas quince guías, hice mi primera lectura sin hacer uso de ellas. Me parece que el primer encuentro con este libro tiene algo de sagrado, y, como en los misterios religiosos, un poco de inconsciencia, ignorancia e intuición pueden ser condiciones necesarias para poder participar del mismo.

En un corto ensayo, que fue una de las pocas lecturas que hice antes de engancharme con el Wake, un libro en inglés llamado Joyce's Kaleidoscope, de Philip Kitcher (disponible en Kindle), el autor nos da la idea de que el libro es exactamente eso, un caleidoscopio. ¿Qué quiere decir esto?  Un caleidoscopio es un aparato en el que uno ve figuras abstractas que se mueven, y uno les da interpretaciones dependiendo de las impresiones personales o las cosas que uno ha visto antes. El Wake es exactamente eso: cada quien va a interpretarlo de acuerdo a sus referencias literarias, históricas, sociales, etc. En el grupo anglófono Facebook de lectura del libro, Blotty Words, han publicado entradas de blog (y están por toda la red) que indican que hay personas que encuentran palabras relacionadas a una profesión o especialidad específica y están diseminadas por todo el libro.  Por ejemplo: hay capítulos que están escritos usando nombres de ríos de todo el mundo o donde se encuentran nombres de diferentes peces o mariposas.

Para oscurecer el texto Joyce utilizó diferentes técnicas. Sustituyó palabras en inglés por la misma palabra en más de 60 idiomas o dialectos. En la traducción de Marcelo Zabaloy él deja estas palabras intactas, por eso no todo está traducido: no son palabras en inglés, y si lo son, son nombres propios. Siguió utilizando la técnica que ya habíamos visto en el Ulises de pegar varias palabras juntas para obtener un efecto cómico o una imagen, las cuales se denominan palabras portmanteau, palabras valija o maleta, porque cargan dentro de sí muchos significados: por ejemplo motel= motor+hotel,etc. La diferencia en el Wake consiste en que Joyce construye las portmanteau con palabras en diferentes idiomas o palabras del inglés, no como se escriben normalmente, sino como se pronuncian si uno las lee con acento irlandés. Hay expresiones completas que, cuando se las ve escritas, no tienen ningún sentido, pero si se las pronuncia en voz alta son una frase perfecta en inglés.

Otras técnicas son: la aliteración, que son series de palabras que contienen o comienzan por la misma letra, lo cual produce un efecto cómico o musical; la onomatopeya, que ya había utilizado extensamente en el Ulises, y la rima.

Existen las llamadas palabras trueno, que son extremadamente largas y por lo general son la misma palabra en diferentes idiomas.  El primer ejemplo está en la página 1 y es simplemente varias traducciones de la palabra trueno en diferentes idiomas, todas pegadas en una palabra de cien letras.

Comencemos a leer. Si uno lee a la velocidad normal de lectura, por lo general se queda atascado con lo que uno no entiende. A mí me funcionó que, si aceleraba la lectura conscientemente, comenzaba a crear imágenes en mi mente. Iba subrayando todo lo que entendía, las aliteraciones, las palabras compuestas, los chistes (que bastante seguido son de carácter sexual) las onomatopeyas y todos los párrafos donde hay información que consideraba como la clave para leer.  Con esto quiero decir que me aferré a todo lo que me resonaba, lo que entendía o me daba alguna información para continuar.

 Siempre se habla de lo que no hay en el Wake y no se habla de lo que hay. Y algo muy importante que está ahí y es la razón por la cual son tan importantes las lecturas dramatizadas, es la estructura sintáctica, que está intacta. Es un poco como cuando los niños todavía no saben hablar y dan discursos solamente utilizando la entonación de los mismos, lo cual lo hace muy cómico. En el Wake Joyce hace lo mismo que hizo en el Ulises: escribe oraciones extremadamente largas con miles de subordinadas.  Ya en el Ulises eso nos hacía perdernos, y en el Wake tenemos la dificultad añadida de que no entendemos mucho de lo que está escrito en dichas oraciones monstruosas.

Si recordamos nuestra lectura del Ulises, existe una fragmentación que va aumentando desde el primer capítulo hacia el final. El monólogo final de Molly no tiene ni siquiera signos de puntuación.  Sabiendo que todas las obras de Joyce están conectadas entre sí, era lógico esperar que su obra siguiente fuera la cumbre de la fragmentación. Así que otra guía de lectura para el Finnegans Wake es el Ulises mismo.  Cuando leímos el capítulo 11, Sirenas, las dos primeras páginas era una lista de aparentes incoherencias. Pero en realidad son los leitmotivs que luego encontramos a lo largo del capítulo. En este blog pueden encontrar una entrada dedicada al análisis de este capítulo del Ulises aquí . Uso la palabra leitmotiv conscientemente porque se sabe que Joyce era un gran admirador de Wagner, aunque no lo reconocía en público por razones obvias. Y en cierta forma ambos están conectados por la voluntad de haber llevado a cabo una obra monumental hasta sus últimas consecuencias.  Sin embargo, no es el único enlace que comparten.  Joyce quería hacer en literatura lo que Wagner hizo en música, y no hablo en el sentido general de una revolución musical, sino que estaba obsesionado por el aspecto técnico de la melodía perpetua.  Joyce era cantante y tenía vastos conocimientos de música, y debe haber analizado tanto la manera de componer de Wagner, que llegó a decir que ya la música no le producía ningún placer porque ahora entendía cómo funcionaba, y con esto quiso decir el sistema de composición del leitmotiv.  En líneas generales podemos decir que un leitmotiv es un motivo o sujeto o tema reconocible que se repite a lo largo de una obra.  Los primeros leitmotivs reconocibles en el Wake son la gallina Belinda de los Dorans y las iniciales en mayúscula HCE (Humphrey Chimpden Earwicker) y ALP (Anna Livia Plurabelle), quien es también el río Liffey que pasa por Dublín.

Estos leitmotivs generan los que podríamos “personajes”.  Dichos personajes en el Wake son múltiples.  Esto quiere decir que bajo el leitmotiv HCE hay muchos personajes históricos o inventados; un personaje en el Wake no es una persona, son muchas, y en ocasiones, como en el caso de ALP, puede ser persona o río.  Es por eso que la gallina llamó particularmente mi atención, porque es la única que permanece como gallina a lo largo del libro.

En los primeros capítulos podemos reconocer desde la primera página a HCE.  ¿Cómo lo encontramos?  Por lo general está en las iniciales en mayúsculas de tres palabras consecutivas, cualesquiera que éstas sean (y nunca son las mismas) de alguna enumeración caótica (que es otra de las técnicas ya utilizadas por Joyce en el Ulises y busca producir un efecto cómico).  Tenemos a Belinda, la gallina  que mencioné más arriba, y estoy comenzando a pensar que nos representa a nosotros, porque escarbamos en el texto y solamente picamos en aquello que llama nuestra atención.

Esta manera de leer es definitivamente distinta cualquier técnica que hayamos utilizado antes.  Joyce nos presenta un libro que no podemos controlar, que no podemos comprender del todo. Pero la vida misma es así: no podemos comprender ni controlar todo; hay simplemente que navegar en este río Liffey del libro y dejarse llevar con mucha humildad, cosa que a los especialistas no les gusta, y, conociendo el carácter ácido y crítico de Joyce, creo que era su intención. Creo que es un libro para jugar y está más dedicado a nosotros los lectores que a los apologetas. Simplemente hay que asumir que no vamos a entender todo a la primera lectura, que no tenemos todas las referencias a la mano y que nuestra ignorancia forma parte de las competencias que hay que tener para poder leerlo, aunque eso suene contradictorio. Al mismo tiempo, quiere decir que podemos hacer uso libre de todas las referencias que tenemos a la mano.

Así que la primera forma de avanzar es leer en voz alta e ir subrayando todo lo que llame nuestra atención.  El Wake es un collage gigante y yo creo que hay que acercarse a él como a esas instalaciones dadaístas que a veces nos encontramos en los museos: cuando las vemos de lejos parecen algo caótico, pero cuando nos acercamos comenzamos a encontrar pequeñas cosas, pequeños elementos de la vida diaria que están pegados ahí de manera aleatoria.  Pero en el Wake no hay nada aleatorio; ya conocemos a Joyce: es el mismo genio que escribió todas sus demás obras. Es maniático de los detalles y no deja cabo suelto. Sabemos que tenía rasgos esquizoides: su hija Lucía era esquizofrénica y fue tratada por Jung.  En la biografía escrita por Ellmann dice que Joyce se dirigió a éste muy preocupado. Lo angustiaba que el habla esquizofrénica y la manera de escribir de su hija se parecían mucho a lo que él estaba haciendo.  Y Jung le contestó que era lo mismo, pero que él nadaba donde su hija se ahogaba.  Podemos pensar que su obsesión por la escritura lo salvó de ser barrido por su esquizofrenia latente. Y, sin embargo, características de esta enfermedad mental se encuentran en su escritura como en su vida: la obsesión por el detalle y la conexión entre cosas que pareciera que no tuvieran ninguna relación.  Y los especialistas en Joyce, particularmente John Bishop en su Joyce’s  Book of the Dark, se refieren al Wake como un libro que está asociado a la lógica de los sueños. De hecho, leerlo durante la madrugada, cuando nuestro cerebro funciona como si nadara en otra dimensión, hace que entremos más fácilmente en su lógica. Al menos esa fue mi experiencia personal: luego de tres intentos fallidos, lo retomé por la mitad (a partir del episodio 8 del capítulo 1, pág. 196, Anna Livia Plurabelle) durante una noche de insomnio, y así me enamoré de él y pude comprometerme a terminarlo.

Pero nosotros permanezcamos concentrados en el cómo leerlo.  Todas estas referencias las uso para demostrar que vale la pena hacerlo, que no es un cúmulo de sinsentidos, que hay una lógica férrea detrás de este libro, que vale la pena el esfuerzo y que es un libro para volver a él muchas veces, como el Ulises.  No está escrito para leerlo y desecharlo, sino para volver a él y descubrir cada vez más y más cosas.  Es el libro perfecto para llevárselo a una isla desierta porque es muchos libros en un libro, y cada vez que lo leamos descubriremos más cosas o cosas distintas.