¿Por qué nos asustamos tanto a veces, si amamos tocar?¿Por qué a veces no nos sucede, pero no podemos controlarlo? No pretendo hacer un análisis exhaustivo, pero ayer, en medio de un recital que realmente disfruté mucho (entre una obra y otra, en mi camerino) se me ocurrieron algunas cosas que escribí en ese mismo instante. Hélas aquí.
Rimsky Kórsakov decía que el miedo escénico es inversamente proporcional al grado de preparación que se tenga. Pero a veces nos asustamos igual, estando muy bien preparados. Cortot decía (todas estas citas son de Neuhaus en "El arte de tocar el piano") que lo más importante es un buen sueño y un estómago sano. Concuerdo con esta opinión: a veces es mejor estar bien descansado que bien preparado pero agotado. Además, decía Neuhaus, muchas veces que creemos que nos estamos "preparando" muy bien, estudiando como locos a toda hora disponible, hacemos el doble y el triple del trabajo que en realidad necesitamos. También decía que no se siente uno igual de tranquilo tocando una serie de conciertos con el mismo programa que tocando un concierto aislado cada varios meses.
Por su parte, el mismo Neuhaus hablaba de su propia experiencia. Nos sale mejor aquello que tocamos muchas veces y nos gusta particularmente (le pasaba a él con el concierto en mi menor de Chopin). Decía que a veces el miedo escénico viene del temor a perder la buena disposición del público (les pasa sobre todo a quienes ya tienen una fama establecida). Y de lo que yo considero la columna vertebral del miedo escénico: la gran tensión emocional inherente a quienes tenemos como trabajo "caminar ante la gente". Cito a Neuhaus: quien va a la escena como un funcionario a su trabajo, no puede ser un artista.
El problema de la interpretación pública es, usando una expresión de Neuhaus de nuevo, que está sometida al "dominio del momento", al "poder del minuto". Con mi conocimiento diletante de psicología, añado que el salir a escena con una actitud arraigada en el ego, produce miedo. Si pensamos en cómo tocaremos, qué pensarán de nosotros o peor, con expectativas con respecto al resultado, esa carga no nos dejará disfrutar de lo que hacemos, como sucede en todos los demás aspectos de la vida en que el ego está involucrado. La solución es DEJARNOS LLEVAR. Tratar de controlarlo es inútil y contraproducente. Dejarse llevar da vértigo al principio, pero así nos subiremos sobre la ola.
Para los estudiantes de música, Neuhaus tenía consejos prácticos. Decía que los estudiantes tienden a confundir el estudio con la interpretación misma. Se mantienen demasiado tiempo en la etapa de estudio y olvidan para qué lo hacen. Todos tenemos etapas de preparación en la que "desconectamos" lo musical para resolver algún pasaje. Pero lo que debe estar siempre en nuestra mente es el resultado final, cómo queremos que SUENE. Así que debemos hacer, en nuestra casa, en nuestro cuarto, en nuestro piano, ensayos de "tocar", o sea, nos imaginamos que estamos en la escena y TOCAMOS. No estudiamos; no paramos para corregir. Si no hacemos esto, cuando salgamos a tocar tendremos la sensación horrible de que "eso" es otra cosa, para la cual naturalmente no estábamos listos. Hay además que tener cuidado con ese asunto de "estar listo". No estar listo jamás es un asunto del ego. Neuhaus decía que a veces nos ponemos nerviosos sólo con pensar que no nos preparamos lo suficiente. De lo que podemos deducir que tal creencia puede estorbarnos, y el ser perfeccionistas con respecto a estar listos nos paralizará. Aceptémoslo: si esperamos el momento "perfecto", la preparación "perfecta", nunca haremos nada. Como dice la Dra Clarissa Pinkola Estés con respecto al amor: hay momentos en que lo único que podemos hacer es saltar.
Y ahora sí, lo que escribí ayer en mi camerino. Cuando salimos a tocar, no nos pertenecemos. Somos del dominio de dioses más poderosos que nosotros y ellos deciden nuestro destino allá afuera. Cuando logramos tener alguna participación en este destino, cuando nos dejamos llevar y logramos estar cómodos, entonces estamos, usando una expresión de la Dra Clarissa Pinkola Estés, decidiendo con nuestros mejores ángeles. Quizás es eso lo que necesitamos para calmarnos: entender que esos dioses no nos son ajenos, son propios, son nuestros. Viven en el cielo de la música, pero tienen sus raíces incrustadas en la tierra, dentro de nuestro propio corazón.
Sumamente hermoso, espero ayudes a músicos con temor.... creo que al éxito mas que al del fracaso
ResponderEliminarMuy interesante lo que expones tienes toda la razón
ResponderEliminarHermoso y muy util mi Gera como siempre, espero me permitas compartirlo con todos los musicos de FOSJE ;)
ResponderEliminarMaravilloso hermana...me gusto eso de "Cuando salimos a tocar, no nos pertenecemos"...
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