En
nuestra profesión musical ya no sé qué se aprecia más: si el autocontrol o el
arrebato. El primero asegura la limpieza en la reproducción del texto, el
segundo la emoción, la espontaneidad. Con suficiente autocontrol se puede
simular el arrebato, pero el oído salvaje no se deja engañar.
Injustamente
el arrebato (del que me declaro abogada) ha sido asociado al diletantismo. El asunto ha llegado a un
extremo tal que dejarse llevar no se considera profesional, pues implica tomar
unos riesgos de los cuales no siempre se sale bien parado. El gélido fantasma
del perfeccionismo ha ido calladamente apoderándose de todos los espacios hasta
imponer su cuadrícula implacable.
Cuando
vamos a un concierto: ¿qué queremos oír, qué queremos que nos suceda? Siempre
digo: quiero que me cambien para siempre, quiero no ser más la misma después de
ese choque de estrellas que es el concierto en vivo. Extrañamente no guardo
absolutamente ningún recuerdo de la "perfección" que he presenciado. Sé que he
visto algo bueno, pero se ha ido. Para siempre.
Quizás
haya que no delimitar bandos. Hay quien tiene un control absoluto de
movimientos y aún así puede ser expresivo. Acusar de inexpresividad a quienes
logran acercarse a la perfección sería tan injusto como lo contrario. El quid es ser fiel a sí mismo: eso es
fácilmente reconocible cuando se es testigo de ello. Ser arrebatado y
desordenado no es más que otro cliché.
Tener conciencia, además, de la propia singularidad. Hace poco vi un documental
en ruso de Anna Netrebko, de hace algún tiempo. En un momento iluminado, y de
forma muy espontánea (pues no hay en ella absolutamente nada de afectado) dijo
algo como esto: Yo sé que hay mucha gente que canta muy bien, algunos puede que
canten incluso mejor que yo. Pero yo sé que soy única y que no hay nadie que se
parezca a mí. Héla ahí, una regla de oro puro. Hay que encontrar la propia voz. No tiene que ver con el canto, ni siquiera con la música. Una voz propia se puede tener también en la literatura,
en la pintura, en cualquiera de las artes. Hay un momento en que el artista
toma consciencia de que es único. En el twitter de la extraordinaria pianista
china Yuja Wang encontré ésta cita de Paracelso, la cual era su motto: Alterius non sit, qui suus esse potest. Se podría traducir como: Que no pertenezca a otro quien puede ser
dueño de sí mismo.
Volvamos
a nuestra cuestión original. No se trata, entonces, de evitar tener una buena mente
que comande todos nuestros movimientos. La técnica se trata, básicamente, de
eso: de volver reflejos aquellos movimientos necesarios para ejecutar toda
posible acrobacia, reflejos que
deberían funcionar bajo cualquier circunstancia por adversa que sea, y que
físicamente se tenga el mayor control posible del propio cuerpo, que es el
instrumento, pues de lo contrario podríamos estar expuestos incluso a lesiones
(piensen en el caso de un bailarín). Y ya obtenida ésta base (que nos hace profesionales), que podamos hacer ejercicio de ella con
absolutas libertad y espontaneidad, con el objetivo último de, en el caso de
nosotros los intérpretes, darle vida al texto muerto musical (siempre muerto en
su triste cotidianeidad de papel) con una fidelidad sin reservas al compositor
y a la esencia más salvaje e incluso oscura de nosotros mismos. Para lo cual
hay que poner en práctica el aforismo, atribuido a distintos filósofos griegos,
inscrito en el templo de Delfos: γνῶθι
σεαυτόν. Conócete a ti mismo.
Arrebatarse, en tal contexto, no es sino disponer de la propia respiración, del propio latido. Moverse en un espacio psíquico propio, ser uno mismo. Rugir cuando haya que rugir, morder cuando haya que morder. Dormir cuando haya que hibernar, ronronear cuando haya que amar. Como escribe la afamada Dra Clarissa Pinkola Estés: rodando con lo áspero y resbalando con lo suave. Con lo cual nuestro dilema inicial se reduce a lo que prácticamente se reduce toda situación humana: a Shakespeare. Ser o no ser.
En
algún momento un intérprete tiene que tomar una decisión. ¿A qué amo has de
servir?¿Te entregarás a la carrera interminable de perseguir lo perfecto?¿O te
serás infinitamente fiel a ti mismo, con todas sus peligrosas consecuencias?