domingo, 27 de marzo de 2011

Noticias musicales caraqueñas, 1890

El fichero de noticias propiamente dicho no lo conservé pues se entregaba escrito a mano en un formato determinado, pero esta es la monografía que escribí:



Para ordenar el cúmulo de información recopilada, el criterio utilizado fue el de separar por tópicos las noticias y extraer lo que se consideró sustancial, en el sentido de qué proporcionaba material como para crear un perfil de lo que era el mundo musical de Caracas en 1890.



De los anuncios publicados se deduce que había siete establecimientos comerciales dedicados a música en varias ramas: S. N. Llamozas, Juan C. Cedillo, Planchart y Velutini y Puig Ros Hnos. vendían partituras y a veces los boletos para las funciones de abono de las temporadas de ópera o zarzuela. C. H. Thriemer (Bolsa a Pedrera no. 12) compraba y vendía pianos; en La Lira (Pajaritos a La Palma no. 39) se vendían y reparaban instrumentos de cuerda. Este establecimiento parecía ser nuevo, por la cobertura de los anuncios (durante todo el primer semestre del año). Había un local sin nombre que quedaba en Sur 4 no. 18 donde se vendían pianos y se recibían pianos usados como parte de pago.



La compra y venta de pianos siempre estaba activa. En Enero se ofrecían los de C. H. Thriemer: en Mayo y Junio se publicitaba la venta misteriosa de Sur 4 no. 18; particularmente en Junio, se vendía allí un Pleyel de media cola con tres años de uso. En este mismo mes se anuncia que S. N. Llamozas vende o arrienda pianos de la fábrica L. Mors y Co. De Berlín. En Julio se ofrece uno vertical nuevo en la imprenta del periódico y ofrece sus servicios Carlos I. Schleier, constructor de pianos y afinador al parecer con mucha experiencia. Se vende en Agosto un piano por viaje a Europa y se compra uno usado en Septiembre. También en este mes se vende un vertical nuevo y un anuncio del 15 de Diciembre publicado por la Mueblería Americana de M. Rivero Escudero y Hermanos ofrece un piano “entre otros muebles”. La costumbre de que las señoritas estudiaran el piano “para adornar su persona” estaba en pleno apogeo en esta época, y eran ellas las principales “clientes” de los profesores de piano, quienes prácticamente constituían los únicos profesores de música que ofrecían sus servicios, por lo menos a través de la prensa. En la Opinión Nacional de 1890 se anunciaron Narciso Salicrup (Enero, Febrero), Filomena Mercanti, quien se despide de sus discípulas en Agosto porque regresa a Italia y Sofía Limonta, quien en Diciembre avisa que está escribiendo una obra (?) . Manuel A. Carreño (el padre de la insigne Teresa Carreño) no pone anuncio en la prensa, pero todo el mundo sabe que llegó a la Guaira el 24 de Diciembre. En Octubre hay un anuncio donde se solicita una institutriz que sepa inglés, francés y música.



El otro instrumento muy preciado al parecer (aparte de la voz humana, que compite con el piano) era el órgano. Rojas Paúl obsequia uno a la Iglesia de Santa Rosalía, construido en el país por Montoya e hijo. El Pro. Machado, por su parte, dota a la Iglesia de Maiquetía con un órgano de la fábrica de Mr. Didier y Ca. De Espinal en Junio. En Septiembre se bendice el fabuloso órgano de la Iglesia de San Francisco con un gran concierto, donde lo toca Ramón Delgado Palacios. En Diciembre J. J. Izaguirre donó uno de la fábrica Montoya y Ca. a la Iglesia del Carmen de La Guaira.



Constantemente se anuncia la publicación y venta de obras musicales, sobre todo para piano. Este es el caso de La Borboule, vals de Francisco de Paula Magdaleno; Valse de Concierto, de Díaz Peña; Lluvia de Estrellas, Polka para piano de Ernesto del Castillo, que se publicó en beneficio del Asilo de Huérfanos; Le Pêrè de la Victoria, de Francisco Travieso y la Mazurka de salón “Margaritas”, de Jesús María Suárez. Se publicó también un compendio de Gramática Musical, de Francisco M. Tejeras. Se representaron muchas obras nuevas de compositores venezolanos, como el baile dedicado a la memoria del Libertador “La Napolitana”, de S. Díaz Peña, que se estrenó durante la segunda temporada de zarzuela del año, pero la mayoría de las obras eran religiosas, y se dejaban oír en las numerosísimas festividades religiosas, que invariablemente se celebraban “a toda orquesta”, principalmente en los templos de Altagracia, Las Mercedes, Santa Teresa, Santa Rosalía, Choroní, San Juan, la Divina Pastora, San José, Capilla de la Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Carmen, San Francisco, Santa Ana y por supuesto en la Catedral. Algunas de las obras eran nuevas, como el Himno a la Caridad, de R. Rodríguez Colina y D. Garbán; el Domine y el Domine ad adjurandum de F. de P. Magdaleno y la Misa de Federico Villena; otras eran ya clásicas del repertorio sacro, como los motetes religiosos de R. Berra, el Ofertorio de J. A. Montero, la Gran Misa en si bemol de Mercadante y la Gran Misa de Setimo Batalla.



Además de las Iglesias, otras instituciones de caridad realizaban constantemente beneficios, los cuales en general constaban de uno o más conciertos. Estas instituciones eran: el Asilo de Huérfanos, la Sociedad Benéfica “Proveedores de la Humanidad”, la Sociedad María, la Sociedad “Aurora Benéfica”, la Sociedad El Divino Maestro, la Sociedad “Auxiliadora del Culto de Nuestra Señora de los Dolores”. No tan filantrópicos pero que implicaban una orquesta “de escojidos profesores” (sic) eran el Club Unión y el recreo del Central Park, en El Calvario.



Existían otras asociaciones, ya estrictamente musicales, que tenían su orquesta o su coro o ambos, tales como el Centro Artístico Nacional, el Liceo Artístico, la Sociedad Coral, la Unión Filarmónica, la Filarmónica Juventud de Valencia y la Sociedad Filarmónica “Santa Cecilia”. Se encuentran estrechamente ligadas a las orquestas del momento, tales como la orquesta de Los Teques, la Banda del Distrito, la Banda Marcial de Estado Zulia, la Banda Santa Cecilia de Valencia, la Banda del Estado Bolívar y la Banda Pacheco. Aparte de estas organizaciones fijas, en general siempre eran los mismos músicos los que conformaban las orquestas que a cada momento se anunciaban por doquier, tanto así que hay una queja del 18 de Noviembre por lo irregular de las retretas de los domingos en la Plaza Bolívar, donde dice que: “cuando no hay director, faltan instrumentos, o sobran instrumentos malos, o faltan músicos, o falta repertorio, o falta tiempo las noches de teatro”.



Es curioso cómo proliferaban los directores de orquesta. Durante 1890 se leyeron los nombres de Francisco de Paula Magdaleno, director de la Banda Marcial de Caracas; Lino Arvelo, Régulo Berra, Juan Bautista Abreu, Antonio de J. Silva, Sebastián Díaz Peña, Ruiz (?), Silverio Talavera y Federico Villena, quien dirigía las retretas en la plaza Bolívar. Los empresarios, en cambio, eran contados: el señor Leicibabaza, el mismo Sebastián Díaz Peña, Sabater Vetancourt y Juan Francisco Hernández.



Los espectáculos más preciados por los caraqueños eran la ópera y la zarzuela. Al comenzar el año se encontraba ya en el país la Compañía Rachelle-Hanus, cuya temporada finalizó en Abril de 1890. El estreno más notable por tratarse de una obra nueva y latinoamericana es el de la ópera El Guaraní, del brasileño Carlos Gomes, por la Rachelle en Enero. El favorito del público caraqueño al parecer era Verdi. En este año actuaron dos compañías de zarzuela en la ciudad: la Esteller, hasta Mayo en el Teatro Caracas, y la Compañía Española de Zarzuela y Baile, dirigida por Sabater y Chávez, traída por Díaz Peña y que estrenó el 12 de Octubre. Hay la noticia de una compañía de zarzuela en Cumaná, dirigida por Ricardo Sendra.



Otro aspecto importante es el de los institutos que dictaban cursos de música: pudieron leerse los nombres de la Escuela Nacional de Canto, dirigida por María Brito de las Casas y la Escuela de Canto de San Francisco, así como, por supuesto, la Academia de Bellas Artes. Había un colegio de niñas, el Colegio Lourdes, donde se realizaron unos exámenes de Teoría Musical.



Finalmente, hubo dos grandes sucesos en la escena musical caraqueña: el beneficio de las víctimas del incendio de Fort-de-France el 3 de Agosto en el Teatro Municipal, y el otro beneficio por los inundados del Orinoco, el primero organizado por la Fratellanza Italiana y el segundo por el Liceo Artístico. Ambos tuvieron lugar en Septiembre de 1890.



Otro gran suceso ese año lo constituyó la llegada del fonógrafo en Octubre, traído por el señor Lee Smith, quien naturalmente cobraba por mostrarlo.


2 comentarios:

  1. si desea la foto de Francisco de Paula Magdaleno se la puedo facilitar o enviar por correo , mi Padres se llama Héctor Mellior Magdaleno y tenemos una foto antiquísima de él , con gusto para que lo conozcan las generaciones futuras , en la fotografía tiene su traje como director de banda ....

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    1. ¡Muchas gracias, qué interesante! Puede enviármela a geraldinochka@yahoo.com y la publicaré en esta misma entrada.

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