martes, 20 de septiembre de 2011

La verdad en música

Estoy consciente de lo pretencioso del título, y de mi descaro al pretender hallarme a la altura de semejante desafío. No lo estoy, como es evidente. Y a pesar de eso, me lanzaré a la piscina vacía pues, como dicen los rusos, "el que no se arriesga no toma champaña",  y el sólo hecho de reflexionar sobre el tema tiene el dulzor de lo espirituoso para mí.

He aquí una primera aproximación. La verdad en la interpretación es un lenguaje  inteligible. Sin él, como bien decía Neuhaus, no hay sino balbuceo y la imagen artística musical no puede ser entregada (en: Heinrich Neuhaus, "Ob isskustve fortepiannoj igry", Editorial "Muzyka", Moscú 1982). El vehículo es indistinto del contenido (como dice Barenboim, el hecho de que el contenido de la música no se pueda formular con palabras no implica que no lo tenga). El decir de la música es ella en sí.

Intuitivamente, al escuchar, vislumbramos esta cualidad de verdadero en el discurso. Tenemos esa sensación subjetiva de algo que encaja, una especie de clic: eso es. Claro que ese clic depende en mucho de los referentes culturales que se tengan, y por eso esta cualidad de verdadero no necesariamente depende de la aceptación por parte de la audiencia, aunque por lo general coinciden ambas variables (se produce entonces un momento musical memorable). Como escribe Gómez de la Serna en su biografía de Dalí: "Es absurdo que cuando no se entiende un cuadro, se le achaque falta de sentido sin que pase por la cabeza del espectador que él puede ser el que carezca de entendimiento"(en: Ramón Gómez de la Serna, "Dalí", Editorial Espasa-Calpe, S.A., Madrid 1989, pág. 34, Eduardo A. Ghioldi 1977 todos los derechos reservados). No se puede desligar la idea musical de nuestra naturaleza subjetiva, pues, como decía Neuhaus en "El arte de tocar el piano", "en realidad el mundo de las ideas vive dentro de nosotros, de nuestro cerebro, en la consciencia, en las emociones, en el oído". Por tanto, debe existir en la percepción un mecanismo disparado desde una subjetividad a otra...

No tiene la verdad en música que ver con sus posibles contenidos éticos: la obra musical está cubierta con el manto de la ingenuidad (por no decir en ocasiones de la impunidad) con respecto a la intención en sí misma. Por eso las críticas con respecto a la "moralidad" de la obra musical están totalmente fuera de lugar y sólo pueden ser interpretadas como censura de parte de mentes estrechas o respuesta a intereses extramusicales.

Para que el lenguaje musical sea inteligible, el discurso musical debe tener ciertas características. En primer lugar, una de las acepciones de "inteligible" según la RAE es: "que se oye clara y distintamente". Es un buen punto de partida. De ahí se deduce para lograr la inteligibilidad necesitamos de la correcta realización de la articulación, y de un balance sonoro adecuado a la sala en que tocamos (como decía mi profesora Galina Neporozhnya, "que un pianissimo se oiga en la última fila del balcón".)

Un elemento muy importante es la organicidad. Esto se refiere a la relación de las partes con el todo, ya sea en asuntos de tempi (velocidad) o de dinámica (cantidad de sonido) y las transiciones entre unos estados y otros (ritardandi, accelerandi; crescendi, diminuendi). Estos cambios deben ser proporcionados y estas proporciones son dinámicas, pues la música conlleva un movimiento.

Es imprescindible el equilibrio entre lo formal y lo emocional. Barenboim (en su prólogo a "Las elaboraciones musicales" de Edward Said, Random House Mondadori, S.A. Barcelona 2007, primera edición en castellano traducida por Roberto Falcó Miramontes, pág. 17) va más allá cuando asevera:  "(...)la música no puede crearse exclusivamente a partir de la razón o la emoción. Es más, si se separan estos dos elementos, dejan de ser música y se convierten en una mera compilación de sonidos. Si un melómano afirma que lo que está escuchando posee una lógica impresionante, pero no le ha resultado convincente desde el punto de vista emocional; o, por el contrario, dice que le ha resultado muy atractivo, que posee una fuerza emotiva apasionante, aunque carece de lógica, en mi opinión, eso ya no es música."

Y sin embargo el todo no siempre resulta ser la suma de las partes, así como no crearíamos un ser vivo sólo juntando carne, huesos y sangre. ¿Qué le insufla a la música el hálito misterioso de la vida?¿Qué es y de dónde viene el numen, el espíritu que la anima? Hay un margen de misterio inexplicable que emana no sólo de ciertos maravillosos conciertos sino también de ciertas milagrosas grabaciones. Una música verdadera tiene todas las cualidades anteriores y un  algo más. Carga en su seno un peso áureo e inexplicable. Y así como el contenido es el mismo vehículo, ¿no será esta vida inexplicable de las ideas musicales puestas en movimiento (en sonido) lo  que las hace verdaderas? ¿No es la verdad en música el de facto ser tangible para el alma?

4 comentarios:

  1. Gracias por tu aproximación!

    No creo que sea para nada pretencioso el adentrarse en un tema que concierne a absolutamente todo artista y que sin embargo muy pocos de nosotros nos sentamos a analizar. Pienso que con frecuencia evitamos la discusión acerca de la búsqueda de la verdad porque, en mi opinión, no existe tal cosa como la verdad absoluta. No en la palabra, no en la ciencia y ciertamente no en el arte.
    Recuerdo que al mudarme a Montréal, una de las primeras cosas que hice fue visitar el Oratorio de San Joseph. No soy religiosa y aun así me sentí que estaba en un lugar importante, de pronto milagroso. Esta sensación me inspiro lo suficiente para pedirle secretamente un GRAN FAVOR: “san jose, ayudame a decir la verdad a través de la música!” Si me pongo a escudriñar entre las palabras que dije, supongo que en ese momento me refería a transmitir el mensaje dentro de la obra que esté tocando. Entender lo que el compositor quería decir y poder también darle mi propia interpretación. Llegarle a la gente, transmitir el mensaje. Eso es lo que todos los instrumentistas tratamos arduamente de conseguir, cierto? Interpretar. Y hay tantas interpretaciones como personas en el mundo. Quién decide entonces cual es el mensaje verdadero? Muchos afirman que el peor artista para interpretar una obra es el propio compositor? Acaso no es él quien entiende mejor lo que quería decir en primer lugar?
    Yo creo que lo pretencioso es pensar que existe una sola forma de tocar y una sola forma de escuchar. Concuerdo contigo en que la elocuencia es vital para poder comunicar el mensaje en primer lugar. Elocuencia dentro del contexto en el que se esté. Supongo que lo que es elocuente en la música clásica puede que no lo sea tanto para el formato de los lamentos rumanos tradicionales, los rituales musicales en Kazakhstan o la música tradicional de tribus africanas o, por no irme muy lejos, incluso en el jazz. Lo que es entendible y hermoso para cada grupo puede ser infinitamente distinto.
    Creo que con todo esto, sin querer, estoy concluyendo que la verdad de hecho puede que este en quien la escuche y no en quien la divulgue.
    Definitivamente este es un tema no solo provocativo sino también eterno. Gracias por abrir la puerta!
    Veronica

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  2. ¡Esa petición es lo más hermoso que he leído de parte de un músico! Yo además soy devota de San José, así que eso lo hace más especial para mí...No creo eso de que los compositores sean los peores intérpretes de su propia música, fíjate Rachmaninov...Me gusta muchísimo esa idea de que mientras más anquilosado, menos verdadero. Tiene toda un aura de misticismo, y es una de esas ideas contracultura que parecen contradictorias para la lógica de lo establecido pero no lo son en un mundo más perteneciente al alma. Justo la percepción de la calidad de "verdadero" también la sitúo en el oyente cuando me referí al "clic", así que también concuerdo con eso, y sin embargo sigo pensando en ese arco del intérprete al público, y en el otro del compositor al intérprete que también mencionaste...tal vez la verdad se halle más cerca de la función entre todos, en la armonía del conjunto, una especie de alineación planetaria. ¡Has enriquecido y completado maravillosamente esta entrada, muchísimas gracias!!!!!!

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  3. La verdad en música vale igualmente para el resto de las creaciones. El arte tiene razones que ni la razón ni los sentimientos logran agotar. Es bueno lanzarse a la piscina, Gera, que la tibieza solo es útil para los que leen o escuchan o viven sin arriesgar ni siquiera la compostura. A mi modo de ver, logras tomarte la champaña. ¡Salud!

    Sí,"el vehículo es indistinto del contenido", como bien dices; pero la mayoría prefiere desglosarlos con evidente inclinación por el contenido, que la forma (techné) cuando no es un perro sumiso que camina a la vera y a la vara del contenido -creen- termina por convertirse en cochina evasión de la realidad (supongo que establecen una infranqueable igualdad entre ésta y el perímetro de sus bolsillos, que allí la tienen bien guardada) y elitismo masturbatorio, para no hablar de otras cosas peores..

    Afortunadamente nunca sabremos con exactitud por qué un poema, un cuadro, un concierto para violín y orquesta (¿Mozart?), etc., nos emocionan y nos arrastran a reflexionar de la manera que lo hacen. Claro que la forma y el fondo tienen mucha responsabilidad en el asunto; pero esa rara, irrepetible manera de estar entretejidos (más un no sé que que queda balbuciendo, como dice Juan de Yepes) siempre caerá del otro lado del muro (Paz Castillo), o sea, en la masmédula del misterio. Y que rabien los profesores, que chillen los expertos en adiestrar incógnitas. O que bufe el eunuco, como dice Rubén Darío, al que se le daba muy bien, por cierto, hacer que forma y contenido consiguieran el mismo endiablado orgasmo inseparable.
    Un abrazo

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  4. ¡Esta entrada "en verdad" tiene mucha suerte! (y presiento que coquetea con la verdad de esa manera única y oblicua que es la única posible para acercarse a los grandes misterios que, de lo contrario, se nos escaparían al tratar de ser diseccionados y momificados). Luego de leerlos a ambos me inclino más a pensar, de nuevo y ya no interrogativamente, en la verdad, según dices, Miguel Ángel, como una "rara, irrepetible manera de estar entretejidos, más un no sé qué que queda balbuciendo". Intuyo que al empeñarnos en obtener la presa de esta caza filosófica, nos acercamos más al tender hacia ella, como un límite matemático, que al,de hecho, atraparla, pues en ese instante desdichado en que la idea ya no es libre sino presuntamente "sabida", muere, alejándose precipitada e infinitamente de la verdad, la cual no puede ser, como dice Vero, una pretensión de exclusividad ni el desmembramiento de la forma y el contenido como dices, Migue, mucho menos esa domesticación indignante y limitante de la techne a la que, recuerdo en el mismo prólogo de Barenboim, éste atribuye la mecanización musical: "Existe una cierta tendencia que conduce a una especialización restringida y empobrecida. En el caso de los talentos extraordinarios, esto resulta en la mecanización del instrumento, y en el caso de la creación, conduce al compositor a una incapacidad para expresar esa riqueza que el ser humano descubrió, para expresar ese potencial mediante el sonido."

    Ésta versión intelectualizada de cadáver exquisito me fascina más allá de las palabras y me hace pensar en una especie de maravilloso espejo tipo Reina de las Nieves de Andersen, en que la verdad está rota en mil pedazos y cada quien lleva en su ojo un fragmento. Sólo uniendo la mirada de muchos podremos acercárnosle...¡Gracias por participar de forma activa, hermosa y contundente! ¡Champaña por eso(aunque sea virtual por los momentos)!

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