lunes, 13 de diciembre de 2010

¿Qué es el éxito?

El éxito siempre se relaciona con la fama, el dinero, con "ser el mejor". Por tanto, en contraste, se considera "fracaso" a la no tenencia de ninguna de estas cosas. Si uno es un músico, se supone que toque por todo el mundo, gane concursos, grabe con una gran disquera, cobre cifras astronómicas por tocar sólo en las mejores salas...Pero en realidad son pocos los que de nosotros viven de esta manera, y aún así somos muchos los que vivimos de la música. ¿Qué quiere decir eso, que esa multitud cuasi anónima de músicos nos consideramos fracasados o frustrados? Aunque quizás algunos pocos se sientan así (en cuyo caso deben ser muy desdichados, pues atentan en contra de su propia integridad artística, espiritual y hasta mental) la gran mayoría (hablo por mí y por los colegas con los que me relaciono, que no son pocos) incluso toleramos bajos ingresos e inestabilidad económica con tal de hacer música cada día.

Volvamos ahora a mi primera entrada de blog, en donde escribí sobre el ego y el alma. ¿Qué cosas son del ego? El anhelo por tener lo mejor, lo más vistoso, y con el menor esfuerzo. El público asistente a los conciertos tiene la idea de que un músico que responda a exactamente este criterio, debería ser llamado "genio". El término viene de la Estética musical y originalmente se refiere a un trozo musical que, sin tener relación alguna con la estructura o la forma o alguno de los temas o leitmotivs de la obra en la que se encuentra, y sin reaparecer luego, funciona perfectamente en ella y además la completa, revistiéndola de un carácter especial, insospechado;  deviniendo en un rasgo distintivo de la misma. Un término para denominar lo inexplicable en música: magia.

Yo pienso que a partir de la Revolución Industrial hubo un cambio en la manera de percibir el arte y a los artistas. Siendo ahora el comercio el motor de las relaciones socio-económicas, el arte se convierte en un producto y los artistas deben "venderse". El término "genial" se empieza a usar en la acepción de personas. Si bien es cierto que los grandes maestros que todos estudiamos produjeron obras de rasgos "geniales" ( y de ser válido el término deberían ser denominados como tales) es un adjetivo dudoso que además no nos provee de ninguna información válida. Como decía el maestro Timoféev, mi profesor de Historia del Piano en el Conservatorio de Kíev (ahora Academia Nacional de Música de Ucrania): "-Si me vienen a decir que alguno de los compositores que estudiamos es genial, no me han dicho absolutamente nada todavía", y no sólo porque se supone que estudiamos a aquellos que alcanzaron las más altas cimas de nuestro Arte, sino porque, en realidad ¿qué demonios se supone que signifique eso?

La primera asociación que viene a la mente es la de que a los genios no les cuesta trabajo realizar esas obras maravillosas de las que son autores, son "genios" en cuanto poseedores de una facilidad asombrosa, casi inconsciente. Pero ¿cuántos bocetos dibujó de la Mona Lisa Da Vinci antes de empezar a pintar?¿Cuántos de los frescos de la Capilla Sixtina Miguel Ángel? Me dirán: Mozart escribía sus manuscritos sin titubear. Eso tiene que ver con la rapidez en el flujo "de adentro hacia afuera" en el momento de la creación. Y he ahí que Beethoven hacía muchos borrones en los suyos, le costaba más: ¿es por eso menos genial? Mozart empezó a escribir música desde niño, pero ese asunto del "niño prodigio" es otra cosa, muchos grandes músicos no lo fueron. Beethoven no lo fue, por ejemplo, ni Sviatoslav Richter, ni Vladimir Horowitz. ¿Que como compositores o intérpretes nos emocionan a todos? Todos ellos producen ese efecto en personas distintas, algunos de ellos no nos "llegan". ¿Es porque fueron famosos en vida? Muchos nunca lograron sino una fama local, como Johann Sebastian Bach, quien se volvió famoso dos siglos después de muerto gracias a Mendelssohn. Con esto quiero demostrar cuán poco claro es el criterio para considerar a alguien "genio", cuán empírico y borroso. Simplemente muchos engloban en ese término un montón de virtudes variopintas que admiran y les gustan de sus artistas preferidos.

Independientemente de a qué edad comenzaron, de la cantidad de obras que compusieron, de la facilidad, todos los grandes maestros invirtieron no sólo tiempo (tiempo de calidad) sino atención, concentración, devoción, pasión en lo que hacían. Quizás lo que realmente los caracteriza es el gran amor, amor genuino, amor del bueno que le tenían a su profesión, que era lo mismo que su vida (y he ahí que decía Lazar Berman: "Una carrera sucede si amas a la música. Y si no logras una carrera, no te preocupes, pues aún tienes a la música, que es lo que amas"). ¿Y quién puede hablar, como sucede tanto en los comentarios de los videos musicales en youtube (los cuales terminan a veces en verdaderas batallas campales), de quién de ellos es mejor? Eso me recuerda a Tomás de Kempis en su "Imitación de Cristo", regañando a sus lectores por preferir a unos santos más que a otros. Decía que todos ellos eran amados de Dios, en cuyo Reino no había grandes o pequeños. Yo creo firmemente que el Reino del Arte en eso se parece mucho al de los Cielos: somos bienaventurados todos los que nos encontramos allí, pero es absurdo considerar a unos "más" bienaventurados que a otros. Evidentemente, y de eso también hablaba Kempis, se trata de nuestras pasiones personales, de nuestras preferencias, las cuales proyectamos en los demás (eso último ya no es Kempis...) que en nada afectan la capacidad o la fecundidad de nuestros bien amados artistas modelo. No es inconveniente tener preferencias: eso nos moldea en nuestros años formativos. Simplemente comparar es una pérdida de tiempo lamentable.

Los que llamamos "genios" son grandes apasionados de ciertas "zonas" de la música. Bach, quien amaba la forma musical denominada fuga, llegó a donde nadie lo había hecho antes y nadie lo logró después, pues prácticamente dedicó su vida a componer fugas mayormente entre otras formas musicales. Las improvisaba, y dice de él Forkel (quien llegó a hablar con sus hijos) en su biografía que a veces andaba por ahí oyendo a músicos y escuchaba a alguien improvisando una fuga; se detenía a escuchar y luego, cuando oía que la música no tomaba un rumbo digno del sujeto utilizado, chasqueaba la lengua. A veces oía o leía fugas de otros compositores y le parecía que los temas eran buenos pero no habían sido desarrollados en todo su potencial, así que escribía él mismo una fuga propia sobre ese tema ajeno. Al parecer incluso en su escaso tiempo libre pensaba en fugas todo el tiempo.

Sviatoslav Richter (ya se habrán dado cuenta de que es mi más amado pianista maestro) era famoso por tener un muy extenso repertorio. En realidad se imponía a sí mismo el reto de estudiarse siempre una obra nueva en cada nuevo programa de recital, y por lo general se sentaba después de sus conciertos a estudiar cosas nuevas, esa misma noche. María Callas interpretó en sus sólo diez años de carrera una gran cantidad de óperas, y en entrevistas decía que le gustaban los retos y le fastidiaba repetir siempre lo mismo. Todos sabemos lo estudiosa que fue, al punto de que una vez dijo de sí misma que llevaba vida de sacerdote antes de conocer a Onassis.

Algunos de nosotros, por diversas razones, no pueden entregarse tan de lleno a nuestra hermosa profesión. Algunos deben hacer "trabajos" musicales que no les agradan mucho para subsistir. Y sin embargo, lo siguen haciendo. Y algunos nos dedicamos de lleno y no obtenemos lo que obtienen otros. Pero ¿qué nos importa lo que sucede con los demás, si tuvieron mejor suerte o mejores contratos o vivían en un país menos complicado?¿Y a dónde se supone que deberíamos llegar como artistas?¿No se trata, como en la vida, de la eternidad del momento, ese momento en el que estamos tocando frente al público, aunque sea bajo un entoldado, como decía el cellista catalán Pau Casals?

Y así volvemos a la espontaneidad de la creación artística de la que hablamos en nuestra primera entrada, y a Erich Fromm y su libro "El miedo a la libertad". Él decía que es veleidosa la espontaneidad en el artista, pues sólo se consideraba un atributo en aquellos que tenían éxito, y ponía de ejemplo al revolucionario. Si triunfa, es un hombre de estado; si fracasa, es un criminal. Si el artista triunfa, es un genio; si fracasa en vender su arte, es un neurótico. Como en la entrada anterior en donde escribí sobre la muerte, la sincronía con la naturaleza y sus leyes hace de la creación un acto de comunión y la eleva de la categoría de simple "trabajo". Lo importante es el acto de crear en sí, pues, como dice Fromm, el estar activo es lo que fortifica al yo. La fuerza no viene de la posesión, en este caso de las cualidades musicales. Sólo el obrar con espontaneidad musical, el crear desde el fondo de nosotros mismos con autenticidad, el expresar lo que es realmente nuestro nos llevará al mayor logro y nos producirá felicidad.

Debido a que en nuestra sociedad todo puede ser vendido y comprado le damos una importancia exagerada al producto terminado y perdemos la valoración del proceso, del viaje a Ítaca, según Kavafis. Dice Fromm que la experiencia de la actividad del momento presente, que es lo único capaz de proveernos del interminable goce diario de la felicidad verdadera, es malograda por la persecución de ese fantasma que llamamos éxito. Dice que la frustración viene de esta separación del yo lejos de los otros, de la naturaleza y de la espontaneidad. Si se logra superar esta separación, se disiparán las dudas, se logrará una seguridad que ya no dependerá de poderes supremos o de la eliminación del carácter trágico de la vida. Es una seguridad dinámica, que depende de la fuerza del individuo (recordemos que esta fuerza le viene del actuar espontáneamente)  y de su esfuerzo, al crear cada día.

Y al final de todas estas consideraciones, parece que la conclusión a la que se llega es tan simple que no es necesario enunciarla. Pero si pensamos que a la misma conclusión aunque de otra forma llega Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco quien sobrevivió el horror de dos campos de concentración, veremos que no hay nada simple en esto. Hablamos, a fin de cuentas, de la vida misma, y es por eso que la música es nuestra vida, pues es la actividad que nos da fuerza, que nos expresa auténticamente y nos trae el goce más grande. Le dejo la palabra a Fromm: "- Sólo existe un significado de la vida: el acto mismo de vivir". Y para nosotros, músicos: el verdadero éxito está en el acto de tocar o componer; de hacer música.

1 comentario:

  1. Excelente reflexión Gera, sin duda el verdadero éxito en la vida es haber logrado vivir en paz y en armonía con uno mismo, a todo nivel. A partir de ahí, lo demás viene por añadidura. Un abrazo !!!

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