lunes, 27 de diciembre de 2010

La música y el amor: una delgada línea


Los actos de amor están siempre relacionados con la música: desde la famosa serenata a la antigua del cortejo de la mujer por el hombre hasta la canción de los enamorados, la que en estos tiempos modernos las parejas escogen como su leitmotiv musical y puede estar relacionada con su primer baile, con el día en que se declararon su amor, etc. Lo primero que hacen las parejas en sus celebraciones nupciales es bailar juntos, es su primera acción social como esposos. El libro de la Biblia dedicado al amor es un canto, el "Cantar de los Cantares", o sea, la canción por excelencia. Allí reza:

"2:10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí que ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ya llegó"

También para el poeta persa del siglo XIII Yalal ad-Din Muhammad Rumi, el amor es la estación de la música:

“El corazón del hombre es un instrumento musical, contiene una música grandiosa. Dormida, pero está allí, esperando el momento apropiado para ser interpretada, expresada, cantada, danzada. Y es a través del amor que el momento llega.”

La música es numinosa. Desde culturas ancestrales está relacionada con el arte de curar. En el capítulo dedicado al amor del libro “Mujeres que corren con los lobos” de la Dra Clarissa Pinkola Estés el momento del cuento de “La mujer esqueleto” en que ésta sana y le sale carne se realiza con un canto en que la Mujer Esqueleto usa el corazón del hombre como un tambor. Así que aquí tenemos una simbología en la que el acto de sanar emocionalmente para finalmente entregarse es un canto.


La música y el amor son hermanos. Sobre todo en este siglo se valoran, quizás demasiado, la lógica y la razón. Otra vez, como en siglos anteriores, pues como decía Salomón "no hay nada nuevo bajo el sol". La lógica es buena para ciertas cosas, pero no se puede vivir sin poesía. Sin poesía no hay amor. No hablo de la poesía como forma literaria, sino como aspecto numinoso de la existencia. La música trae poesía a la vida. Nos hace vulnerables, "descascara" el ego que cubre la parte "blanda" de nuestro corazón y lo vuelve permeable a la entrega, al darnos. Sin entrega y sin ese dar no habrá amor. La música ayuda a "desordenarlo" todo un poco, a ponernos "de cabeza", pues en la matemática inflexible del ego, en ese campo terrible de gravedad en que debemos caminar con los pies "en la tierra" (lo cual implica unos definitivos arriba y abajo) nos movemos en una esfera emocional ajena, glacial. La música rompe las cuadrículas heladas de ese implacable orden, nos permite movernos libremente, abre los espacios para nosotros volar, llena el aire psíquico de magia de forma inexplicable y misteriosa. Es el misterio de los misterios del arte, la madre de todos los conjuros (los cuales siempre se inician con una sílaba sagrada, con un sonido venido de lo alto o lo profundo), el susurro de Lo Divino en los oídos, el idioma de la intuición. La música es un mundo de símbolos hechos carne y el amor es su catalizador, un "insuflador" de vida del alma, pues todo aquello que tiene la música de verdaderamente conmovedor viene del amor (no me refiero exclusivamente al amor romántico, pues este es sólo una fracción de ese gran todo que es el amor). Beethoven escribió su música más sublime, más llena de amor por la humanidad, por Dios y por la naturaleza, hacia el final de su vida, ya sordo, enfermo, despreciado por todos, incluso por su sobrino al que adoraba y cuidaba y quien nunca se lo reconoció. Esa música es la más alta expresión de lo que significa dar, y para el Beethoven tardío el dar sin recibir absolutamente nada a cambio de parte de las personas en su entorno. Pero fue el suyo un corazón noble y amante; dando tanto recibió mucho pues la música siempre lo sostuvo en su soledad. La música llevó su amor a los otros y se lo devolvió con creces muy en el fondo de su corazón.

El amor nos vuelve infinitos en la profundidad de un instante. La música tiene ese mismo efecto y además nos vuelve inmortales a través de los siglos. Ambos hacen "que cien velos caigan cada momento", como dice del amor Rumi. El amor que es entrega nos inspira. Y creamos y así nos entregamos a los demás, a los que no conocemos, a los que no han nacido todavía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario